Si vas conduciendo o incluso caminando en plena luz del día, probablemente te habrás fijado que muchos coches llevan las luces encendidas. No se trata de un despiste ni de un intento de llamar la atención: esas luces se conocen como luces de conducción diurna, o DRL (por sus siglas en inglés: Daytime Running Lights). Y aunque puedan parecer un simple detalle estético o una curiosidad más del diseño del coche, lo cierto es que tienen una función muy clara y una historia interesante detrás.
Estas luces no son una novedad reciente: llevan ya varios años implementándose de forma progresiva, aunque no todos los vehículos las incluyen, sobre todo los más antiguos o de gamas más básicas. Su origen se remonta a países del norte como Suecia y Canadá, donde las condiciones de iluminación natural pueden ser bastante variables, especialmente en invierno. Durante buena parte del año, los días son más cortos, hay muchas horas de sombra o clima nublado, y conducir en esas condiciones sin una buena visibilidad es un riesgo. En ese contexto surgió la necesidad de implementar un sistema que hiciera a los coches más visibles para los demás, incluso durante el día.
En sus inicios, las luces diurnas eran simplemente luces de cruce que se encendían automáticamente al arrancar el motor. Pero con el tiempo fueron evolucionando tanto en forma como en eficiencia. Lo que comenzó como una solución funcional fue perfeccionándose gracias a los avances tecnológicos.
Actualmente, la mayoría de las luces de conducción diurna utilizan tecnología LED, lo que ha traído consigo varias ventajas importantes. Este tipo de iluminación es mucho más eficiente: proporciona un brillo adecuado sin molestar, consume poca energía (lo que es ideal para la batería del vehículo) y tiene una vida útil muy larga, lo que reduce el mantenimiento. Además, en muchos coches modernos, estas luces se regulan automáticamente o se apagan cuando se activan los faros principales, evitando así confusiones o deslumbramientos innecesarios.
Una de las cosas más interesantes de las DRL es que no existe un diseño único u obligatorio para ellas. Cada fabricante ha encontrado su propia forma de integrarlas al diseño del vehículo, a menudo usándolas como una firma visual. Algunas marcas optan por tiras finas, otras por formas más angulosas o envolventes, y muchas las combinan con elementos que refuerzan la imagen tecnológica o futurista del coche
Desde el año 2011, la normativa europea exige que todos los coches nuevos cuenten con este tipo de luces. ¿La razón? Diversos estudios comprobaron que mejoran la visibilidad en condiciones de baja luz y ayudan a prevenir accidentes, sobre todo en intersecciones, carreteras secundarias o zonas urbanas con tránsito denso. Ser más visible durante el día reduce significativamente el riesgo de colisiones frontales y laterales.